La administración de López Obrador dejó en claro que México no quiere maíz genéticamente modificado pero el déficit de producción local pone en jaque al Gobierno
Uno de los cultivos más representativos de México es el maíz blanco y amarillo. Según datos oficiales, el consumo de maíz blanco per cápita es de 196.4 kilogramos al año, principalmente en las tortillas. Esto representa hasta el 20.9% del gasto de las familias mexicanas en alimentos, bebidas y tabaco. La nación consume 45 millones de toneladas al año pero produce tan solo 27 millones, el resto lo importa.
El maíz importado, al momento de escribir esta nota, es genéticamente modificado y se tiene previsto que esto sea así hasta 2024. A posterior, se supone que México producirá su propio maíz para satisfacer la demanda interna o importará la diferencia, la cual ya no podrá ser maíz genéticamente modificado.
NotiPress entrevistó a Esteban Jaramillo, director general de la Cámara Nacional de Maíz Industrializado (CANAMI) para ampliar información. En diciembre de 2020, mediante un decreto, México prohibió el uso de maíz genéticamente modificado, simultáneamente con el herbicida glifosato. Esta medida fue festejada por la organización Greenpeace. Argumentan, son pasos importantes hacia «la producción ecológica que preserve la biodiversidad y la agrobiodiversidad forjada en manos campesinas«.
Jaramillo explicó, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) rechazó 14 de 17 solicitudes de autorización de importación de maíz genéticamente modificado desde su prohibición. A partir de 2024, de no modificarse la reglas de juego, México no podría importar el faltante de 18 millones de maíz de toneladas. Esto no solo afecta al consumo, sino al sector industrial como farmacéuticas, alimentos y bebidas, cosméticos, entre otros sectores, además de 200 derivados alimenticios.
Incrementar la producción nacional como solución
Comparativamente, cultivos del norte y sur de México tienen una producción muy dispar. Mientras en el estado de Sinaloa se tiene un rendimiento de 11 toneladas promedio por hectárea al año, en el centro y sureste mexicano, el rendimiento baja a 2.15 toneladas por hectárea. Una mejora de producción que ofrezca 3 toneladas por hectárea, permitiría alcanzar 3 millones de toneladas adicionales.
Ante la falta de autorización de maíz transgénico, la alternativa es el cultivo de maíz criollo, un tipo de maíz nativo pero evolucionado de lo mejor del maíz. Otro punto es que en el sur-sureste existe una menor capacidad de almacenamiento a diferencia de estados del norte. México cuenta con dos ciclos anuales para cosechar maíz, esto supone una enorme ventaja que otros países no tienen, sin embargo no puede ser autosuficiente.
Consultado por NotiPress, un vocero del Centro de Investigación e Innovación para la Sustentabilidad de la Palma de Aceite (CIISPALMA) compartió información acerca de cómo el laboratorio podría contribuir en más producción. Todos los cultivos requieren de un plan de nutrición, esto implica análisis foliares y del suelo, entre otros. A partir de esto, es posible crear un plan nutricional con base en las necesidades. Esta práctica se denomina agricultura regenerativa y consiste en darle al suelo lo que necesita y no contaminarlo con algo adicional.
Jaramillo fue contundente sobre qué podría incrementar la productividad de maíz en el sureste mexicano: introducir mejores prácticas en la agricultura. Pero con la prohibición del uso de maíz transgénico, la cuenta regresiva está en marcha y México se mantiene en déficit de uno de los principales productos de consumo.
Agencias